Introducción
al tema de carácter histórico-artístico: marco temporal, factores religiosos y
socio-económicos que posibilitan el surgimiento del Románico.
El mismo nombre nos recuerda su
relación con Roma, es un arte de base romana. Pero a ello hay que añadir otras
aportaciones:
Lo oriental, tanto lo bizantino,
como lo georgiano y armenio. De esta influencia proceden muchos de los
elementos decorativos y muchos de los sistemas de plantas y de abovedamientos.
También la arquitectura bárbara
de madera, no conservada, con estructuras complejas donde se transmiten de
elemento en elemento las cargas y las fuerzas.
El Románico se fundamenta en los
esfuerzos y tanteos que se realizan durante los siglos V al X.
Diversas circunstancias
facilitaron la eclosión del arte románico.
El
debilitamiento de las invasiones orientales hizo que las naciones recobraran su
seguridad. Las bases de la nueva cultura estuvo centrado en “un imperio
espiritual románico, formado por diversos estados y naciones” en los que “los
lazos de unión son las órdenes religiosas de cluniacenses y cistercienses y las
peregrinaciones a Roma y a Santiago de Compostela. Tales peregrinaciones fueron
el vehículo de tendencias culturales, planes arquitectónicos y programas decorativos”.
Se imponen determinados modelos
de arquitectura, impuestos por las órdenes religiosas derivados de las
necesidades litúrgicas.
Se forman también las cuadrillas volantes (compañías
de pedreros, canteros o escultores que iban de lugar en lugar realizando
encargos), explicando la existencia de determinadas escuelas con ciertas peculiaridades
de estilos.
La arquitectura románica se
constituye en las postrimerías del siglo X.
El siglo XI significa en período
puro o clásico.
En el siglo XII adquiere una
gran difusión.
En la segunda mitad del XII
convive con el gótico.
Todavía en ciertos países
perdura el románico durante una buena parte del siglo XIII.
No todos los países presentan el
mismo desarrollo arquitectónico: Francia y España son los países más ricos en
monumentos, pero en Francia es muy rápida la desviación hacia el gótico.
En el desenvolvimiento de la
Historia del Arte, el románico representa un momento “clásico” que será
sucedido por el impulsivo barroquismo del Gótico.
Características generales de la Arquitectura:
definición formal de elementos y estructura del templo, a través de ejemplos
europeos, con especial referencia a España.
Desde el
punto de vista constructivo, la arquitectura románica es de base romana, aunque
más simple y rechazando el sistema romano de revestimiento con material rico.
Todo se hace con material del país.
Casi todo se labra en piedra,
utilizando el sillarejo y el sillar[1],
se evita la mampostería[2].
En ocasiones se advierte el aparejo prerrománicode espina de pescado.
El muro adquiere un sentido
decorativo, especialmente cuando se utiliza el mármol combinándose los colores.
Los monumentos enteramente de
ladrillo son raros.
El plan basilical adquiere mayor
complicación al fragmentarse los espacios, al añadirse torres y absidiolos y al
desenvolverse el coro, el crucero y el deambulatorio.
La mayor parte de los monumentos
románicos son religiosos. Los edificios son ordinariamente sombríos, macizos, muy
aptos para la meditación recogida.
El principal problema de la
arquitectura románica radica en la solución al problema de la bóveda[3].
Inicialmente es utilizada para
evitar los frecuentes incendios que asolaban a las construcciones. Una cubierta
abovedada resultaba incombustible, aunque multiplicaba el costo y suponía otros
riesgos.
Primeramente
se pensó en abovedar la cabecera, y así se hizo en el primer arte románico. El
resto del templo se cubría con madera.
Posteriormente el templo recibió
una bóveda de cañón, lo que obligó a cegar ventanas y a aumentar la resistencia
y el grosor de las paredes.
Para reforzar la bóveda de cañón
comenzaron a utilizarse arcos perpiaños
o fajones[4],
que descargan su peso en columnas, mientras que fuera se contrarresta el empuje
por medio de contrafuertes.
El papel del perpiaño es doble:
por un lado absorbe peso de las bóvedas, reduciendo con ello el empuje que se
envía a los contrafuertes. A la vez es un medio para articular el espacio. La nave[5]
deja de ser un espacio continuo.
Otro perfeccionamiento supuso el
contrarrestar la nave principal con otras laterales, que suben casi tanto como
aquella. Así la nave principal permanece ciega, sin luces, mientras que son las
laterales las que permiten la iluminación del templo[6].
Las naves pueden cerrarse por ábsides[7] semicirculares.
Otra solución más hábil fue la
utilización de la tribuna[8],
con una función de aumentar la capacidad del templo (solución típica de las
iglesias de peregrinación) y también con una función técnica: la bóveda de
cañón o de cuarto de cilindro que la cubre hace el efecto de un arbotante[9]
que traspasa el empuje[10]
a los contrafuertes externos.
El mismo Triforio[11] supone
un reforzamiento de la pared, a la vez que la aligera y decora.
Al final es el arco apuntado[12] y la
bóveda de cañón apuntada es la que permite aumentar la altura de las
ramas que determinan un menor empuje. El gótico caminará en este sentido.
La
gloria de la arquitectura románica es la bóveda, aunque también es la causa de
sus fracasos. El progresivo de las bóvedas, sobre todo cuando no se calcula
suficientemente el contrarresto y la cimentación no ofrece las debidas
seguridades, determina la inclinación de todos los apoyos. Las paredes se
inclinan y los arcos se deforman. Por éste motivo los arquitectos góticos se
centraron en hallar una solución eficaz a este problema fundamental del
románico.
La
característica más general de la arquitectura románica es la construcción de
edificios abovedados. En la nave mayor suele haber bóveda de medio cañón, y de
arista en las laterales.
En la
intersección de la nave mayor y el crucero se construyen cúpulas y linternas,
que contribuyen a iluminar el altar, que es la parte más noble de la iglesia.
Las
cúpulas se acomodan a espacios cuadrados, haciéndose el paso por medio de
trompas y pechinas.
La
bóveda carga sobre los muros, pero al mismo tiempo parte de su peso se descarga
por medio de los arcos fajones. Estos arcos precisan de un sistema de apoyos
donde descargar a la vez su peso. A veces lo hacen sobre grandes columnas, pero
el principal elemento de sostén en el románico es el pilar, cuadrado o
cruciforme (en uno y otro caso con columnas o medias columnas en sus frentes,
pilar compuesto, y en las que a cada arco le corresponde una columna).
Los
muros constituyen, a causa del elevado peso de las bóvedas, masas espesas, con
pocos huecos, generalmente estrechos y de forma abocinada, con derrame hacia
adentro, para extender mejor la luz.
En el
románico son el muro y los pilares el verdadero elemento de sustentación.
Las
columnas poseen el fuste liso, presentando basa ática, decorada con cuatro
garras de animales o bolas.
Los
capiteles obedecen a varios tipos:
Los hay de forma cúbica, lisa, con decoración de
tallos entrelazados.
El corintio alcanza un sin fin de modalidades.
El más característico es el iconográfico o historiado,
del que existen antecedentes en el arte visigodo. En éstos la fantasía se
desborda creando monstruos, narrando sucesos (este capitel viene a ser una
variante del corintio en el que las volutas han sido sustituidas por motivos
animales o seres humanos expresados con un marcado primitivismo).
Los
vanos suelen encuadrarse por finas arquerías[13]
y columnas. No faltan casos en los que las arquerías están sin perforar,
cumpliendo sólo un fin decorativo.
Sobre
las naves laterales y asomando a la nave mayor, se disponen las tribunas que
forman como otra nave superior, con sus ventanas y huecos correspondientes.
Cuando
este espacio se abre en el muro y no constituye sino un estrecho paso, se
denomina triforio.
A final
del Románico comenzó a utilizarse el rosetón[14].
La
decoración se concentra en las portadas.
Los
edificios presentan fachadas a los pies (la principal) y en los brazos del
crucero. En estas fachadas se abren portadas que suelen adoptar forma
abocinada, constituyéndose por diversos arcos concéntricos, apoyados en sus
respectivas columnas (arquivoltas[15])
Entre
los motivos decorativos más usados en la arquitectura románica: medias bolas,
puntas de diamante, dientes de sierra y el ajedrezado[16].
El
edificio se remata con un cornisa, sostenida por canes con moldura cóncava
(nacela) o decorados con figuras. Entre estos canes o modillones se disponen
metopas decoradas.
La
fisonomía externa de los templos se completa con torres y campanarios. Los
edificios principales llevan dos torres flanqueando la fachada.
Los
campanarios generalmente se forman por un cuerpo de planta cuadrada u
octogonal, que se añade por encima de la cumbre del edificio.
Sobre el
crucero se elevan a veces linternas de forma cuadrada u octogonal (en España se
llaman cimborrios).
El
interés principal del templo se concentra en la cabecera. Si el templo guarda
reliquias se ubican en una cripta bajo el altar mayor y se construye una girola o deambulatorio[19]
(con el fin de que los fieles puedan desfilar por detrás de la cripta).
En el
exterior y en el interior se establece una claridad de perfiles: el uso de
impostas acentúa la delimitación de las regiones (la frontera entre el muro y
la bóveda se delimita por una línea de impostas.
La gran
creación arquitectónica de este período lo constituye el Monasterio. Su parte
principal lo constituye la iglesia (de tipo basílica, generalmente con crucero,
deambulatorio y coro), a un costado de la iglesia se situó el claustro (a la
vez cementerio y lugar de paseo bajo techo) y a él daban las principales
dependencias (sala capitular, refrectorio, biblioteca, etc.).
Además
del monasterio, otras creaciones de este período son el palacio urbano y el
castillo.
El arte medieval se caracteriza por una diacronía que
se observa en varias zonas.
Nuestro
conocimiento del arte románico de Europa occidental se remonta a mediados del
siglo XIX, época en la que se inventó el término «románico» para definir el
arte del primer periodo medieval, anterior al gótico. La denominación se
refería al arte romano, del que se creía que éste derivaba derivaba.
En la segunda mitad del siglo XII,
mientras el arte románico todavía experimentaba una época de plenitud en el sur
de Francia, la península Ibérica e Italia, el periodo gótico ya se anunciaba en
el norte de Francia a partir de 1140.
La
construcción del pórtico de la Gloria de Santiago de Compostela o las fachadas
del monasterio de Ripoll y las grandes iglesias del norte de Italia se llevó a
cabo bastante tiempo después de las creaciones esculpidas de Saint-Denis o
Chartres.
Algo
parecido podría decirse de la diferencia entre la temprana aparición del
renacimiento en Italia, poco antes de mediados del siglo XV y la duración del
arte gótico en la mayoría del resto de países, en los que abarca por lo menos
todo el siglo, como demuestra la difusión de los retablos flamencos.
El
periodo de transformaciones en torno al año 1000 dio lugar a un nuevo estilo arquitectónico
llamado «prerrománico», que
constituyó un puente entre el arte carolingio y el románico.
Occidente
se cubrió de iglesias nuevas gracias a los numerosos donativos y a la gran
devoción de los constructores. Estas obras, que sustituían los edificios
destruidos durante las invasiones, prefirieron la piedra a la madera.
Sus
mayores dimensiones se adaptaban al aumento de fieles y de miembros de las
comunidades monásticas. Además, presentaban ante el pueblo una riqueza
arquitectónica innovadora que pretendía honrar con dignidad la gloria divina y
constituir un lugar apropiado para las preciosas reliquias.
Partiendo
de las herencias antigua, bizantina y carolingia, el mundo del año 1000 nos
dejó, pues, una creación artística muy original.
La
Italia del siglo X se vio marcada por algunas innovaciones arquitectónicas que
superaron su propio patrimonio paleocristiano. Apareció la cripta, que elevaba
el nivel del suelo en el coro. La noción de deambulatorio o girola se introdujo
en Ravena y Verona durante la segunda mitad del siglo X.
La
ciudad de Roma continuó fiel a la tradición paleocristiana. Sin embargo, el
norte de Italia ya presentaba, en pleno siglo X, unos rasgos característicos
del primer arte románico meridional, que se extendería por el sur de Francia y
Cataluña medio siglo después.
En
Francia se edificaron monumentos muy destacados durante este periodo, como la
antigua catedral de Reims, reconstruida por Adalberón hacia 976, la iglesia
abacial de Cluny II (963-981), que inauguró la cabecera con ábsides
escalonados; su nave central con laterales simples se prolonga con un transepto
bastante estrecho, provisto de cimborrio en el crucero. Hacia los años
1000-1010 se construyó, en el extremo occidental de la nave, un nártex formado
por un nivel inferior y un santuario alto y enmarcado por dos torres.
Esta
concepción arquitectónica resultaba innovadora y desempeñaría un papel
importante en la evolución de la arquitectura de la segunda mitad del siglo X.
En
Normandía, la abadía de Nuestra Señora de Jumièges (1040-1067) presenta una
nave de 25 m de altura con naves laterales sencillas, dividida en cuatro tramos
por pilares con medias columnas adosadas. Presentaba un alzado de tres plantas
con grandes arcadas, tribunas y ventanales, y estaba cubierta por una
estructura de madera, excepto las naves laterales y las tribunas, formadas por
bóvedas de arista entre arcos fajones.
Los
brazos del transepto sobresaliente estaban divididos en dos tramos y coronados
por tribunas. Un cimborrio se elevaba sobre el crucero.
Al
oeste, un macizo con un pórtico y dos tribunas superpuestas se hallaba
flanqueado por dos altas torres de base firme, rematadas por dos niveles de
planta cuadrada con arquerías y otros dos octogonales.
En la
región de Champaña, la iglesia de San Esteban de Vignory, consagrada en 1050,
anuncia la cabecera con girola de las iglesias románicas.
El
edificio se compone de nave central y naves laterales, que cubiertas con
estructura de madera conducen a un coro muy amplio, también con naves
laterales, dividido en dos tramos por imponentes pilares que debían servir,
seguramente, para sostener un campanario no muy elevado.
La
cabecera, construida entre 1051 y 1057, presenta un deambulatorio arcaico con
tres capillas radiales.
Esta
concepción arquitectónica parte de la necesidad de circular en el interior de
la iglesia -alrededor de las reliquias situadas sobre el altar mayor o ante las
reliquias dispuestas en las capillas radiales- y quedará elaborada en plenitud
durante la época románica. Los elementos de la decoración son, además, primicias
de la escultura monumental del románico.
El
alzado de la nave presenta, en efecto, falsas tribunas sobre las grandes
arcadas, con vanos abiertos a las naves laterales y divididos por pequeñas
columnas con capiteles cuya decoración geométrica anuncia los primeros
procedimientos románicos, los cuales también se reflejan en la decoración
esculpida de las impostas situadas sobre los pilares, de las que surgen los
grandes arcos.
Las
columnas del coro, que alternan con pilares cuadrados, se hallan coronadas por
capiteles decorados con cuadrúpedos enfrentados o adosados, con aspecto muy
propio del románico.
La Edad
Media, en especial los siglos XI y XII, se caracterizó por un gran movimiento
de peregrinaciones que
convirtió esta época en una de las más intensas de la civilización cristiana.
La
peregrinación es un viaje a un lugar sagrado, de devoción, en el que los fieles
esperan, por lo general, la obtención de una gracia divina. La ruta incluye
numerosas etapas en lugares de piedad, verdaderas peregrinaciones parciales.
Se trata
de un acto de fe que lleva a cabo el creyente, pues el Camino es peligroso,
hasta el punto de arriesgar la vida. Los lugares de peregrinación crecieron a
la vez que el número de peregrinos. De todas formas, hubo tres destinos que
destacaron sobre los demás: el Santo Sepulcro de Tierra Santa, el sepulcro de
San Pedro en Roma y, por último, el del apóstol Santiago en Compostela[20].
Sin
olvidar la idea que tenemos de la vida en el campo, podemos afirmar con
rotundidad que en la época del románico se vivía en las ciudades.
La
arquitectura románica presenta múltiples variantes locales y regionales.
España:
En
España, el arte románico abarca más de dos siglos y se centra en los siglos XI
y XII. Se extiende por un territorio que fluctúa en función de los avances de
la Reconquista.
Podemos
dividirlo en tres grandes periodos: el primer arte románico, el románico pleno
y, por último, coincidiendo ya con los comienzos del gótico, el románico
tardío.
En el siglo XI, los reinos del norte de la península Ibérica, y en
particular el condado de Barcelona, mostraron, por una parte, un fuerte
espíritu de independencia frente a los musulmanes y los francos, y por otra,
entre ellos mismos.
Este
estado de ánimo desembocó en luchas individuales contra el islam. En el terreno
artístico, el románico siguió una evolución «regional» vinculada a la situación
política y social, aunque también a los progresos técnicos y a la economía de
los notables. Estos motivos explican la aparición del románico en las zonas con
un marco político y unas fronteras más establecidos.
Durante
esa época, y más precisamente durante el primer cuarto del siglo XI, surgió la
arquitectura del primer arte románico en el reino de Navarra y el condado de
Barcelona.
Varias
construcciones catalanas están relacionadas con conjuntos del sur de Francia y
el norte de Italia, pues en todas ellas se destacan rasgos comunes, como las
arcaturas y las lesenas, la sillería pequeña y las bóvedas de piedra.
La
arquitectura románica se extendió con rapidez por Cataluña en el periodo
comprendido entre los años 1000 y 1075 gracias, por una parte, a los numerosos
intercambios con el exterior durante el mandato de los abades Garín, Oliba, y
sus sucesores y, por otra, a las diferentes peregrinaciones que trajeron a
Cataluña algunas influencias artísticas. Estos contactos permiten atribuir los
primeros edificios románicos a los maestros-albañiles lombardos. Suelen ser
construcciones de planta basilical, de tres naves y un transepto que las separa
de la cabecera.
Este
estilo presenta diversos aspectos:
La
iglesia abacial de San Miguel de Cuixá, ampliada a petición del abad Oliba
antes de 1040, se dotó con dos torres monumentales alzadas en los extremos del
transepto y una falsa girola con absidiolas en torno a la cabecera.
La
basílica del monasterio de Ripoll, consagrado en 1032, con cinco naves y
transepto, dispone de siete ábsides alineados, muy semejantes a los de San
Pedro de Roma.
La
basílica del monasterio de San Pedro de Roda, consagrada en 1022, de cabecera
con deambulatorio y órdenes superpuestos que se inspiran en los cánones
clásicos y las proporciones lombardas.
La
colegiata de San Vicente de Cardona, que se caracteriza por sus bóvedas y el
escalonamiento de sus volúmenes.
Apenas
quedan vestigios de las grandes catedrales del primer románico, como Barcelona,
Vic o Gerona, pues se sustituyeron por construcciones góticas o neoclásicas.
Resulta, pues, difícil reconstituir estos conjuntos monumentales, de los que,
con frecuencia, sólo se conservan ciertos elementos arqueológicos o algunos
restos.
En los
reinos occidentales de España, encontramos las primeras huellas del románico en
la época de los intentos de unificación política de Sancho III el Grande
(1000-1035), hombre abierto y relacionado con los clérigos de origen catalán.
Los
primeros edificios románicos navarros se asemejan en gran medida a los
monumentos catalanes. En esas fechas se comenzaron grandes obras, como la
construcción de la catedral de Pamplona, la ampliación de San Juan de la Peña
o, incluso, la reconstrucción de la abadía de San Salvador de Leire, cuyo
monasterio está considerado como el edificio principal del primer románico.
Esta construcción monumental de sillería de gran tamaño se caracteriza por una
cripta de proporciones sorprendentes.
La
penetración del románico pleno se vio facilitada por distintas circunstancias
históricas durante el reinado de Alfonso VI (1072-1109).
En 1080
se adaptó la liturgia romana; se crearon lazos matrimoniales entre Castilla,
León, Aragón y Navarra; lo que había caracterizado hasta entonces la
Reconquista se convirtió en cruzada, y se organizó el camino de Santiago de
Compostela según el flujo de los peregrinos. Todo esto tiende a relativizar el
papel que desempeñó Francia en la implantación del arte románico en España.
En el
Camino de Santiago aparecieron las primeras construcciones románicas de plena
madurez durante el primer cuarto del siglo XI, que se extenderían por el
territorio a medida que avanzaba la Reconquista.
En el siglo XII, coexistieron dos formas del románico:
Una,
derivada del primer románico meridional, se limitó a Cataluña mientras que la
otra, más completa, se desarrolló en los territorios navarro-aragoneses que
acababan de reconquistarse.
Las
innovaciones francesas entraron lentamente en España. Las donaciones a la orden
del Cister (La Espina y Las Huelgas, Osera, Poblet y Santes Creus) se
multiplicaron durante los reinados de Alfonso VII (1126-1157), Alfonso VIII
(1158-1214) Y del conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV (1131-1162).
Algunos
elementos arquitectónicos góticos, como la bóveda de crucería o el arco
apuntado, se introdujeron en las catedrales de Tarragona, Lérida, Zamora y
Salamanca, aunque se trata de edificios románicos tardíos en su conjunto.
En
Cataluña, la arquitectura del siglo XII fue producto de las experiencias del
primer arte románico. Se erigieron o se restauraron las catedrales de Vic,
Lérida, Barcelona, Gerona y Tarragona, y los monasterios urbanos de San Pablo
del Campo en Barcelona y San Pedro de Galligants en Gerona.
La
catedral de La Seo de Urgel, empezada en 1131, parece que fue el edificio más
respetuoso con la tradición constructora del primer románico, al que añadió
elementos italianos (el cabildo de la catedral contrató al arquitecto de origen
italiano Raimundo Lombardo a partir de 1175).
Las
iglesias de San Pedro de Besalú o de San Juan de las Abadesas ilustran, por su
parte, los contactos artísticos con Francia, mientras que el estilo gótico ya
se anuncia en las grandes basílicas de Lérida, Tarragona o Sant Cugat del Vallés.
Esta
última iglesia, empezada a construir al final de la época románica se terminó
en estilo gótico durante el siglo XIV.
El
rosetón principal es un buen ejemplo de los rosetones góticos catalanes de formas
pesadas y llenas, cuya decoración deja mucho espacio al labrado de la piedra en
detrimento del vidrio.
Además,
aquí se encuentra uno de los claustros románicos esculpidos más importantes del
románico catalán: cuatro galerías muy abiertas a un inmenso patio central se
hallan decoradas por destacados capiteles que atestiguan la gran calidad
conseguida por el románico de finales del siglo XII.
En los
reinos de León y Castilla, la planta central se extendió hasta Salamanca y
Segovia, donde la iglesia de la Vera Cruz (1208) constituye una muestra
excelente de dos niveles.
San
Vicente de Ávila, en cambio, testimonia las influencias de Borgoña en tierras
castellanas. En un primer momento se construyó una planta parecida a la de San
Isidoro de León: nave con cuatro tramos, abierta a un transepto saliente, que
conduce a tres ábsides paralelos.
En la
segunda fase se prolongó con dos tramos la nave central, dotada de tribunas y
una bóveda de crucería. Un pórtico occidental con dos torres, que recuerda los
grandes nártex borgoñones, precede el conjunto.
Evolución al gótico:
Lo más
importante en el estudio de la arquitectura románica reside en el papel que
desempeñaron las diversas áreas geográficas e históricas en la elaboración del
estilo.
Las
experiencias arquitectónicas del románico permitieron la evolución de la
arquitectura gótica. El románico de Normandía e Inglaterra enseguida imaginó un
tipo de bóveda para cubrir sus amplias naves que legaría al estilo gótico: la
bóveda de crucería.
Con el
fin de cubrir espacios más amplios, los arquitectos incluyeron una ojiva
adicional que pasaba por la clave y dieron, de esta manera, con la bóveda
sexpartita.
En el
siglo XIII, la planta cuadrada se sustituyó por otra oblonga, y las ojivas y
los arcos fajones, antes de medio punto, se tornaron apuntados.
En el
siglo XIV; el diseño de las bóvedas se complicó con la aparición de nervaduras
que enlazaban la clave de las bóvedas con la cabeza de los arcos fajones, cuyas
bases estaban unidas por arcos terceletes. Más tarde, este procedimiento se
desarrolló y condujo a bóvedas con numerosos pequeños paneles y múltiples
nervios.
El otro
elemento esencial de la arquitectura gótica es el arbotante, derivado del
contrafuerte disimulado bajo la armazón del tejado de las naves laterales y que
servía para contener los empujes de las bóvedas de la nave.
La
importancia del campanario durante la época del románico continuó, pero
enriquecido con la tendencia general del gótico por destacar la verticalidad.
El origen del arte esculpido gótico se localizó en la abadía real de
Saint-Denis, cuya fachada occidental (anterior a 1140) presenta la primera
consecución definida de la portada gótica, con las estatuas-columnas que
sustituyen a los personajes, situados en los vanos abocinados del románico.
Mientras
que en el norte, el estilo gótico se formó rápidamente, con sus bóvedas de
crucería, sus portadas con estatuas-columnas y sus vidrieras cada vez más
presentes en el monumento, el sur e Italia continuaron fieles al románico.
Las
estatuas de los santos Pedro y Pablo de la fachada de Ripoll, hacia 1170-1180,
no recuerdan precisamente a las estatuas-columnas de la portada de Saint-Denis,
como muestra el tratamiento de la cabeza un poco adelantada y el del nimbo que
esconde la columna. Estas figuras mantienen una función iconográfica básica y
la representación prevalece sobre la función. El arte meridional continuó
siendo, pues, románico, mientras que el arte septentrional ya era gótico.
Entre
1120 y 1130 se concluyeron de manera paralela, y casi al mismo tiempo, el
nártex de la iglesia abacial de Vézelay y la portada real de Chartres. Las
características formales, más que las cronológicas, sitúan a cada uno de estos
dos monumentos en un contexto diferente, el uno románico y el otro gótico.
Asimismo, señalan profundos cambios en el emplazamiento y las funciones de la
imagen.
Características generales de la Escultura:
subordinación al marco arquitectónico, sentido didáctico, moralizante y
simbólico, antinaturalismo...).
En los
siglos XI y XII se produjo el renacimiento de la plástica[21]
(decadente desde los últimos tiempos del Imperio romano) con el triunfo de la
escultura monumental.
Se
produce una armonía entre el edificio y su ornamentación escultórica.
La
escultura invade todo el edificio, por dentro y por fuera, pero es sobre todo
en el exterior donde se acumula, con el objeto de atraer la atención de los
fieles a los que invita a la meditación y a instruirse. La decoración tiene un
fin esencialmente didáctico en una época en la que la cultura, incluso la
religiosa, estaba sólo al alcance de unos privilegiados.
La
Iglesia se preocupó de enseñar la religión haciendo sencillos catecismos y
tratados religiosos en piedra, sus enseñanzas entraban por los ojos y se
grababan en la mente de quienes los contemplaban.
Las
columnas y el mainel de la portada se decoran, a veces, con estatuas adosadas
(estatuas-columnas). A las arquivoltas se ciñen figuras humanas y de animales.
Los tímpanos semicirculares situados sobre las portadas son el lugar predilecto
del escultor románico. En ellos se dispone el Pantócrator (Dios Todopoderoso)
rodeado del Tetramorfos (símbolos de los cuatro Evangelistas, según la visión
de Ezequiel).
También
en los tímpanos se muestra el Dios justiciero, en el Juicio Final, encerrado en
mandorla, separando a los justos (derecha) de los injustos (izquierda).
El muro
queda generalmente desnudo, aunque no faltan casos en los que una gran parte de
la fachada se cubre de ornamentación plástica.
Los
capiteles se llenan de vida: son capiteles instructivos, historiados, que
encierran temas de un complicado desarrollo. La decoración alcanza en ocasiones
a las mismas basas de las columnas. El ábside es otro lugar acondicionado para
la ornamentación, ajustándose los motivos a la forma de las ventanas.
En el
interior la escultura escasea (tan sólo se ve en los capiteles y en las enjutas
de algunos arcos).
El estilo
de las figuras románicas responde generalmente a un ideal abstracto. El
escultor románico compone sus figuras con arreglo a fórmulas ideales,
geométricas (lejos del naturalismo), con una gran ifluencia de las
representaciones bizantinas (con sus modelos estilizados y rígidos).
Existe
una cierta repugnancia a representar imágenes y temas cristianos conforme a la
naturaleza. La religión se nos ofrece a distancia, abstracta. La figuras
constituyen la expresión de un lenguaje espiritualizado que impone en ellas una
deformación (que no es caprichosa sino una consecuencia del estilo y éste
responde a su vez a un contenido religioso). Sólo cuando no se conoce este
lenguaje las figuras románicas se presentan como feas y monstruosas.
El
artista románico actúa en un campo de libertad muy reducido ya que tiene que
ajustarse en los temas a unos modelos muy definidos (exempla) que le son facilitados y que son la causa de la repetición
en las interpretaciones temáticas. A pesar de ello, según maneje el artista
estos modelos puede dar lugar a obras de gran individualidad. No hay un culto a
la belleza formal, lo que se pretende no es la delectación subjetiva sino la
remoción del espíritu. En las representaciones se procura destacar la
conciencia viva del pecado, el temor a la condenación y la necesidad del
arrepentimiento.
El gran
desarrrollo que alcanza el el tema del Juicio Final testimonia el horror a la
condenación que se pretende inculcar en los fieles. El pecado adopta una forma
repelente, en su representación una estética de lo feo se pone en movimiento.
Las esculturas constituyen verdaderos discursos pétreos, más operantes que las
propias palabras del predicador.
El
demonio se representa con formas de animales repelentes, lo feo se pone al
servicio de lo malo y, por contraposición, la belleza sublime es atributo de
Dios.
El ideal
abstracto de las figuras románicas está sometido además a dos elementos condicionantes:
la adaptación al marco (el marco es el que impone las condiciones, a él se han
de adaptar las figuras) y la adaptación a la función (los elementos de la
ornamentación románica se supeditan a la tectónica de la arquitectura).
La
escultura románica se nos ofrece como reproducción a gran escala de los
marfiles y las miniaturas prerrománicos que son los antecesores de la escultura
monumental románica. Los temas cristianos derivan generalmente del Oriente, de
Bizancio o de Siria. Las escenas de la Pasión se representan con gran
frecuencia.
La
estitlización de las formas en el románico cumple la misión de alejar un poco
la divinidad, evitando con ello toda familiaridad y formentando el respeto. Nos
sugieren el espíritu de la Justicia pero no el del Amor de la divinidad. El
Dios románico imprime terror.
Tipologías escultóricas: la escultura exenta
(Crucificados y Vírgenes) y los relieves (portadas de los templos )
En el
románico se consitutyen una serie de tipos, de los cuales los principales son:
El Cristo Crucificado: se halla sujeto a la cruz con cuatro clavos, estando
separados, por tanto, los pies. Los brazos se disponen rígidos cinéndose a la
cruz sin sentir peso físico. En la cabeza lleva corona real (no de espinas). No
sufre (no hay expresión de dolor). Es un Cristo hermético, muerto o vivo).
Unas
veces se encuentra vestido con larga túnica, sujeta con un cígulo; otras veces
se cubre con un faldón que va de la cintura a las rodillas, cayendo en pliegues
verticales.
En los
Cristos próximos al gótico los brazos se doblan, acusando el peso del cuerpo, y
las piernas se cruzas (sujetándose con un solo clavo).
A los
pies del Crucificado se encuentra San Juan, con peinado radial y sujetándose la
cabeza con el brazo en señal de dolor, al otro lado se encuentra la Virgen.
La
representación de la Virgen
también deriva del arte Bizantino. Es una imagen sedente, está coronada. El
niño se encuentra en su regazo (algunas veces sobre su pierna izquierda),
bendiciendo o con el libro. Ambas figuras se encuentran rígidas sin que exista
comunicación entre la madre y el hijo. El Niño no es niño sino Dios.
Características de la Pintura Románica en España :la
importancia de la influencia bizantina,
localización de los ejemplos más relevantes.
El arte
románico también se distingue con la eclosión del arte figurativo (representando “algo indentificable”, en
oposición a lo abstracto). Si en las fachadas y en los capiteles se ubica la
escultura, en los muros lo hace la pintura, aunque es siempre la arquitectura
quien las dirige. La pintura se subordina a la fábrica.
La
pintura se ofrece en tres variedades: frescos, frontales y miniaturas.
Es muy
poco lo que se conserva de la pintura mural, aunque en su día los grandes
monumentos románicos tuvieron una importante expresión pictórica. La pintura
mural tuvo una gran relación con la miniatura, aunque ésta última constituyó un
arte más rico y propio de gente letrada, con una iconografía más amplia y un
repertorio formañ más amplio. La pintura mural tuvo un carácter más popular.
Es un
arte anónimo (eclesiásticos y laicos), los fresquistas románicos dispersaron su
estilo en sus largos desplazamientos. Esta pintura estuvo sometida a un gran
proceso de abstracción pero con un gran poder expresivo.
Las
figuras hablan a través de una seriedad implacable, se sirven del gesto para
manifestar sus pensamientos. El esquema de las figuras y de las escenas es muy
sencillo. Para separar lo divino de lo terrestre y obtener una mayor
simplicidad, el artista prescinde casi por completo del paisaje.
Tampoco
interesa la perspectiva, aunque se gradúa la profundidad del cuadro por medio
de franjas paralelas de distintos colores. Es una pintura planista,
bidimensional, con leves efectos de modelado.
Este
modelado imita al bizantino, se trazan lineas paralelas con tonos claros y
oscuros, para acusar el bulto, sin que esto suponga que la luz intervenga en la
ambientación de la obra. En el rostro y las manos se aplican impactos de color
con objeto de lograr algún volumen.
El
dibujo es de trazo seguro, los artistas estaban acostumbrados a la abstracción
(a parte de su finalidad ideológica, como ideal de elevación y separación
jerárquica de lo religioso, también el arte se sometía a fórmulas precisas que
facilitaban su aprendizaje y difusión). Forma y color responden a un programa
simbólico: si la linea es abstracta, el color también lo es. Los trazos
seguidos se acompañan de colores planos bien definidos. En términos generales
los colores son los de la naturaleza pero sin correlación de tonos (por ejemplo
el cielo es azul pero con una tonalidad abstracta).
El
estilo constituye una continuación de lo carolingio, otónico, copto y
bizantino. No son verdaderos frescos la mayoría de las pinturas murales ya que,
a pesar de aplicarse con esta técnica los colores fundamentales, luego se
realizaban toques definitivos con la técnica del temple.
La
ejecución tenía diversas fases: primero se hacían siluetas monócromas de las
figuras; luego, con tonos pardos y oscuros, se realizaba el dibujo,
acentuándose finalmente el modelado de las carnes y las vestiduras.
La
decoración mural románica es hija de la bizantina, aunque ésta se hizo
principalmente con mosaico. Lo mismo que en Bizancio se decora espléndidamente
la cabecera de la iglesia.
En el
cuarto de esfera se halla el Pantócrator, el Dios creador y juzgador, colocado
dentro de la mandorla, portada por ángeles o rodeada por el Tetramorfos. Está
sentado y bendice con tres dedos, signo de la Trinidad. Otras veces preside la
Virgen, con el Niño en el regazo bendiciendo. Debajo, formando un franja
horizontal o varias, se disponen rígidas y frontales figuras de apóstoles,
santos y profetas. No faltan en lugar preferente las figuras de los santos a
los que está dedicado el templo. Por la bóveda y los muros de la iglesia se reparten
diferentes escenas, de forma rectangular, con temas del Apocalípsis, del
Génesis o del Nuevo Testamento.
No sólo
se pintan las paredes, también reaparece la pintura de caballete sobre tabla.
Los frontales alcanzan, sobre todo en España, gran importancia. De esta pintura
exenta nacerán más tarde los retablos. Si en la pintura mural destacaba el
efecto monumental y decorativo, en esta otra pintura se ensayan efectos de
composición y movimiento en mayor relación con la naturaleza.
Aunque
la pintura románica ofrece una gran unidad (hay un internacionalismo religioso
y artístico durante el románico), podemos apreciar dos tendencias (ambas de
origen bizantino): una italobizantina (que mantiene un estilo netamente
bizantino) y otra francobizantina (con clara tendencia hacia el realismo).
La
pintura románica se fecha casi toda en el siglo XII, pero aún en el siglo XIII
los artistas siguen aferrados a los procedimientos y esquemas románicos.
También
la miniatura adquiere un gran auge, de gran tamaño sobre pergamino y con
decoración a hoja llena (muchos libros se colocaban sobre el altar mayor
decorándolo y adquiriendo un carácter monumental).
Junto a
estos libros, prolifera también el libro de lectura manual y biblioteca. La
producción del libro fue en aumento y los scriptoria de los cenobios no daban
abasto. El formato se reduce para facilitar la lectura individual. Los
ejemplares más frecuentes son biblias, pasionarios, evangeliarios, salterios y
vidas de santos. También se impulsó la miniatura civil (cartularios).
Las
decoraciones se hacían con frecuencia a página llena pero también se destacaron
las borduras en las que perduran los entrelazados de origen bárbaro, las
viñetas y las iniciales (que se hacían de gran tamaño envolviendo una escena
dentro de un gran tallo). Las iniciales tenían por fin honrar los comienzos de
cada capítulo. Los fondos de las escenas son generalmente planos y están hechos
a base de laminillas de oro pegadas.
Catedral de Santiago de
Compostela[22]
Su
El obispo Diego Peláez
comenzó hacia el año 1078 la construcción del edificio actual, pero fue su
sucesor Diego Gelmírez quien llevó a cabo la mayor parte de la obra, que se
concluyó entre 1122 y 1128. Aunque se supone que intervinieron diferentes artífices,
se suele citar a los maestros franceses Bernardo y Roberto, y a continuación a
sus probables discípulos gallegos —o tal vez descendientes del maestro
Bernardo—, el llamado maestro Esteban y Bernardo el Joven.
Hacia finales
del siglo XII se acometió el excepcional Pórtico de la Gloria, realizada por el
maestro Mateo..
La Catedral se fue ampliando y modificando
sucesivamente: se le añadieron nuevas torres, un claustro de estilo gótico
flamígero, una cúpula sobre el crucero, y entre los siglos XVII y XVIII se
realizaron nuevas obras hasta culminar con la fachada barroca que comenzó en
1.715 Antonio Monroy sobre la antigua catedral. Los exteriores originales se
ocultaron bajo nuevos paramentos, entre los que sobresale la Fachada del
Obradoiro, obra barroca proyectada por Fernando de Casas y Novoa.
De las entradas románicas tan solo se conserva la
del crucero meridional, conocida como Puerta de Platerías, tallada probablemente
por el maestro Esteban hacia el año 1103.construcción debió comenzar
alrededor del año 1075, promovida por el obispo Diego Peláez y dirigida por el
Maestro Esteban. Este edificio fue sucesor de otros anteriores que sirvieron
para albergar y dignificar los restos del Apóstol Santiago descubiertos en
"Compostela" (Campo de Estrellas) a comienzos del siglo IX. A lo
largo de las décadas siguiente y ya bajo el auspicio de Diego Gelmírez las obras
mantuvieron un ritmo intermitente en función de diferentes conflictos de la
época. Se puede decir que la mayor parte de la obra estaba construida hacia el
1122.
Planta:
Como otras grandes catedrales en el Camino de
Santiago de Francia (Tolouse, Conques, etc) el edificio se concibió como una
cruz latina de tres naves y crucero también de tres naves. La cabecera incorporaba
girola y cinco capillas radiales. Todo el alzado del templo se adornaba de
tribuna por lo que el aspecto vertical y palaciego de la iglesia se
intensificaba. En los hastiales del crucero había fachadas y puertas
monumentales. De la del norte (fachada de la Azabachería) sólo han quedado
algunos restos. Mejor conservada está la de las Platerías con sus dos grandes
puertas y un conjunto de esculturas en algunos casos colocadas anárquicamente.
El Maestro Mateo comenzó su intervención en 1168 y
se ocupó de los últimos tramos de la nave y de la construcción de la cripta que
soportaría el majestuoso Pórtico de la Gloria, además del coro del que han
perdurado importantes piezas.
Este conjunto monumental creado como entrada
occidental y principal de la catedral es uno de los más grandes monumentos
románicos del mundo y paradigma de la evolución que durante la segunda mitad
del siglo XII sufre el románico hacia el naturalismo gótico.
El Pórtico de la Gloria, es en realidad la fachada
románica del templo que hoy se halla cubierta por el Obradoiro[23]. Con sus doscientas
figuras maravillosamente talladas constituye una de las más valiosas obras del
arte románico universal. El Pórtico de la Gloria inicialmente estaba abierto al
exterior.
cripta del pórtico: Para sostener el Pórtico de la Gloria y la explanada alta que sirve de
vestíbulo a la Catedral, dado el enorme desnivel existente en el terreno, fue
preciso construir un espacio subterráneo limitado por bóvedas lo suficientemente
robustas para sostener la obra que se hizo encima. Este esel origen de la
capilla subterránea, más tarde, a principios del siglo XVII, se construyó la
actual escalinata de doble cuerpo que da acceso al Pórtico de la Gloria. El recinto,
de estilo románico con bóvedas de transición al gótico, tiene la robustez
lógica para sostener el peso que tiene encima.
En el centro, una columna fasciolada de varias
articulaciones sostiene el tímpano, y ante ella, en otra columna, la imagen sedente
del Santo Patrón. En el tímpano aparece Cristo entronizado, rodeado de ángeles
enmarcados por 40 ejércitos celestiales.
En las arquivoltas, los 24 ancianos del Apocalipsis
tocando instrumentos musicales. Los pilares, a derecha e izquierda, están rodeados
de columnas profusamente esculpidas con las figuras del Antiguo y Nuevo
testamento.
En su versión primitiva la Catedral tenía solamente
nueve capillas. Cinco de ellas se abrían al ábside, de planta rectangular, la
primera y más antigua, semicirculares las otras cuatro. Otras cuatro se abrían
a la pared Este de ambos brazos del crucero.
Con el paso
del tiempo, la aparición de las fundaciones y patronazgos modificaron el diseño
original, dando así origen a la aparición de infinidad de capillas. Por ello
hoy cuenta con un total de 16 capillas y una Iglesia adosada.
Análisis Arquitectónico
La Catedral de Santiago de
Compostela representa la culminación de las grandes iglesias de peregrinación,
inspirada en los modelos franceses de Sainte-Foy de Conques, Saint-Sernin de
Toulouse y las desaparecidas Saint-Martin de Tours y Saint-Martial de Limoges.
En su versión primitiva la
Catedral tenía solamente nueve capillas. Cinco de ellas se abrían al ábside, de
planta rectangular, la primera y más antigua, semicirculares las otras cuatro.
Otras cuatro se abrían a la pared Este de ambos brazos del crucero. El paso del
tiempo, la aparición de las fundaciones y patronazgos modificaron el armónico y
bello diseño original, dando así origen a la aparición de infinidad de
capillas. Por ello hoy cuenta con un total de 16 capillas y una Iglesia
adosada.
Para facilitar el culto a las
reliquias del apóstol, alojadas en una cripta bajo el altar del presbiterio, se
construyó una girola con capillas radiales en torno al ábside, que permite
junto con el gran transepto la circulación fluida de los peregrinos.
Situándose en el centro del
crucero se comtempla la cruz latina que configura la planta de templo.
Cada uno de los brazos de la
Cruz está compuesto de tres naves.
El brazo largo de la cruz
mide unos cien metros en el exterior, que se reducen a 90 en el interior.
En el espacio interior,
apenas iluminado, prevalece la sensación de verticalidad, acusada por la gran
altura, de 22 metros, frente a la anchura, de 8,5 m, de la nave principal,
compuesta por once tramos cubiertos por una bóveda de cañón.
La sección longitudinal del
templo se articula en un piso inferior comunicado con las naves laterales
—cubiertas con bóvedas de arista— y una tribuna o triforio abierta al espacio
principal mediante series de arcos geminados.
En la intersección entre los
dos brazos de la cruz que foma la planta, podemos contemplar la cúpula del
siglo XIV que la cubre.
Portico de la Gloria
Escultura y Programa Iconográfico
La temática representada es religiosa,
un Dios justiciero al que hay que temer. Constituye el máximo exponente de la expresión
escultórica y del desarrollo iconográfico del templo.
Representa la Ciudad Celeste
tomando para ello símbolos provenientes del Apocalipsis de San Juan, del Libro
IV de Esdras, y de los elementos apocalípticos contenidos en los profetas
Isaías, Ezequiel y Daniel.
En el tímpano del ARCO
CENTRAL se resumen varias páginas del Apocalipsis. Lo preside un Pantócrator
sin mandorla, mayestático, hierático y sedente, consciente de su dignidad y
poder.
En sus manos y pies muestra
las llagas, signo de su triunfo.
Sus vestiduras demuestran su realeza
y su sacerdocio.
Completando la idea del
Cordero inmolado se presentan ocho ángeles llevando instrumentos de la pasión:
la columna, la Cruz, la corona de espinas, los cuatro clavos y la lanza; un
pergamino y una jarra, aludiendo sin duda a la sentencia y lavatorio de manos
de Pilato; y por último una caña, una esponja y un pergamino en que probablemente
se leyó la inscripción INRI.
Rodeando el trono del
Salvador vemos a los cuatro evangelistas o tetramorfos como río de agua viva en
actitud de escribir el Evangelio sobre cada uno de sus animales simbólicos: San
Mateo sobre el cofre de recaudador de tributos; debajo San Marcos sobre el león
alado; a la izquierda San Juan sobre el águila y debajo San Lucas sobre el
Toro. Junto al trono jalonándolo, dos ángeles con incensarios que a ambos lados
homenajean al Señor Soberano (Apoc. 8, 3-4).
Tomado del Capítulo 4 del
Apocalipsis de San Juan todo el tímpano quiere plasmar la disposición del trono
de Dios tal como lo ha visto el autor sagrado: veinticuatro ancianos que
representan a las 24 clases de cantores y sacerdotes del antiguo templo de
Jerusalén, se sientan dialogando entre sí, visten túnicas blancas y portan en
su baeza una corona de oro. En sus manos (excepto en dos figuras) sostienen
instrumentos musicales.
En los espacios curvos del
tímpano (para plasmar la descripción de los elegidos, que figura en el cap.
7,4-17 del Apocalipsis) se disponen en forma radial treinta y ocho figuras
humanas que representan las 12 de abajo a las 12 tribus de Israel y las 19 de
arriba a la turba celeste que nadie podía contar, y que estaba delante del
trono y del Cordero. Todas estas figuras, al igual que los ancianos, están a
punto de comenzar una sinfonía litúrgica en honor del Cordero.
Estatuas en las COLUMNAS
La gran ciudad celeste
descansa sobre unas figuras concretas pertenecientes tanto al Antiguo como al
Nuevo Testamento. Adosadas a las columnas aparecen unas figuras de sorprendente
calidad artística que representan personajes del Antiguo Testamento: Moisés,
con las Tablas de la Ley en su mano; Isaías; Daniel, sonriente como anunciador
de la venida del Salvador, y Jeremías con su rostro triste.
Las restantes figuras no han
sido identificadas, pero sin duda pertenecen también a personajes del Antiguo
Testamento. El lado derecho está dedicado al Nuevo Testamento. Por lo tanto la
ciudad descrita por San Juan está fundamentada sobre unas columnas que
constituyen y representan a los dos Testamentos.
Según San Juan sobre cada una
de las 12 puertas de la Ciudad Nueva de Jerusalén hay un ángel que la guarda.
Mateo lo expresó colocando los ángeles sobre las figuras de los apóstoles y
profetas que van introduciendo en la ciudad a los seres humanos que vienen de
la gran tribulación. Los que proceden del arco izquierdo vienen coronados y con
un pergamino que representa la Ley. Los de la derecha vienen sin coronar y van
asidos de la mano del ángel.
Los otros ángeles
representados en la fachada exterior son dos serafines que están de pie ante el
trono del Cordero (escoltados por dos ángeles cada uno). En los ángulos del
Pórtico hay cuatro ángeles con trompetas que tienen también un hondo sentido
apocalíptico. Su misión es congregar a los elegidos de los cuatro puntos
cardinales para doquier entonen un cántico nuevo. Los elegidos y su procedencia
constituye el tema de los dos arcos laterales.
Columna del PARTELUZ: La
columna central del pórtico sostiene de forma llamativa la estatua sedente del
Apóstol Santiago, como patrono, acogiendo a los peregrinos. En el rostro del
apóstol se pueden apreciar las facciones, cabellos ondulados y barba.
La columna de mármol
representa la genealogía humana de Jesús. El capitel nos muestra la generación
eterna de Cristo, Dios le tiene en su regazo, y sobre ellos en forma de paloma
el Espíritu Santo.
En el capitel que se
encuentra tras la corona del Apóstol vemos representado uno de los episodios
simbólicos más característicos de la vida de Cristo: Las tentaciones. El Diablo
en figura repugnante y monstruosa tienta en tres ocasiones a Jesús que, una vez
rechazadas las tentaciones, es servido por los ángeles.
Arco lateral IZQUIERDO: Representa
un tema del Antiguo Testamento: la expectación mesiánica (el autor del Pórtico
se ha inspirado en el libro IV de Esdras).
La primera arquivolta muestra
una serie de figuras: en el centro con una corona en la cabeza la figura de
Dios Creador, a la derecha de Dios está Adán, sin corona ya que perdió la inocencia;
a su lado vemos la figura de Noé, que es el nuevo padre de la humanidad al
haber perecido todos los demás en el diluvio; después viene coronado Abraham, a
continuación Esaú y Jacob; sólo Jacob aparece coronado como heredero de la
promesa y bendición de Abraham.
A la derecha de Dios tenemos
en primer lugar a Eva, sin corona también por el mismo motivo que Adán, después
Moisés, a continuación David el rey; las dos figuras restantes parecen
representar las tribus de Israel. Se representa la primera promesa de Salvación
y su realización en el Antiguo Testamento.
Su segunda arquivolta nos
presenta el destierro y opresión que padeció en Babilonia el pueblo de Israel,
inspirándose en el libro IV de Esdras. Las figuras son diez y representan a las
diez tribus de Israel, menos Judá (tribu de Cristo) y Benjamin.
Todas las figuras están coronadas,
el bocel que las aprisiona contra la arquivolta simboliza la esclavitud y cautiverio
a que están sometidas; las cartelas que tienen en su mano simbolizan la Ley que
ellas observaron cuidadosamente en el destierro. La figura central de Cristo
las atrae hacia la salvación, simbolizada en las que van pasando al arco
central del Pórtico desnudas y con la Ley en la mano, pero coronadas y libres
de la esclavitud. Cristo pues es el libertador.
Arco lateral DERECHO:
Probablemente en la intención original estas es una representación del Juicio
Final: En el centro Cristo juez y debajo un ángel. A su derecha vemos a los
elegidos, y a la izquierda los réprobos condenados al fuego eterno. Mientras
que en manos de ángeles los de la derecha pasan a la Jerusalén Celestial,
representada en el arco central, los réprobos se ven aprisionados por multitud
de monstruos que los inmovilizan y castigan.
Todas las figuras representadas
se adaptan por completo al espacio arquitectónico. Distribuidos por los
arranques de las bóvedas del nartex están diez ángeles. En la parte inferior,
en las basas, hay una serie de animales que representan el pecado. Por último,
las figuras realizadas por Mateo, como el Pantócrator, Santiago, el árbol de
Jessé, etc... Poseen similares características: se parte de un rectángulo para
hacer la figura, cabezas con gran expresividad cuyos cabellos son gruesos y
acaracolados, el cuerpo tiene la talla más plana, poniendo de manifiesto los
rasgos anatómicos, los pliegues toman forma de embudo en la zona del cuello y
los ropajes, marcados pero con caída natural, son elegantes y dejan ver los
pies.
La efigie de Mateo:
Arrodillado en la nave cara al Altar Mayor de la Catedral nos encontramos en actitud
orante y penitente al autor del Pórtico: el Maestro Mateo.
El Pórtico conserva parte de
su policromía original retocada en el s. XVI. No está no está completo; al
construir la fachada actual del Obradoiro se retiraron estatuas, alguna de las
cuales se conservan en el museo catedralicio.
[1] Sillar.- Piedra labrada en forma de paralepípedo que se
usa en construcción.
Sillarejo.- Pequeño sillar labrado
toscamente.
[2] Mampostería.- Fábrica de piedra sin labrar o con labra
tosca que se dispone de modo irregular.
[3] Bóveda.- Obra de fábrica que describe un arco de círculo
y sirve para cubrir espacios comprendidos entre muros o pilares. Los tipos de
bóveda más usuales son de:
Arista.- la formada por la intersección, en ángulo recto, de dos bóvedas de
cañón, resultando del encuentro cuatro aristas angulares.
Cañón.-
la generada por el desplazamiento de un arco de medio punto a lo largo de un
eje longitudinal.
Crucería.- La que refuerza sus aristas con nervios.
cuarto de esfera.- la que consta de 1/4 de
esfera y por lo general, cubre el espacio del ábside semicircular.
[4]
Fajón o perpiaño.- El que
se dispone transversalmente al eje de la nave de un edificio ciñendo la bóveda.
[5] Nave.- En arquitectura cada uno de los espacios que,
delimitados por muros o columnas alineadas, se extienden a lo largo de un
edificio.
[6] Formero.- El paralelo al eje longitudinal de la nave y
la separa de otra.
[7] Ábside. Parte de la iglesia situada en la cabecera. Puede
tener planta semicircular o poligonal. Con frecuencia está cubierta por bóveda
de horno.
[8] Tribuna.- Galería sobre la nave lateral de templos a la
altura de un primer piso.
[9] Arbotante.-
Arco exterior que describe un cuarto de circunferencia y cuya misión es la de
contrarrestar los empujes de las bóvedas de las naves de un edificio.
[10] Empuje.- Presión de un dintel arco bóveda sobre los
elementos que lo soportan.
[11] Triforio.- Serie de ventanas
ornamentales, partidas por maineles, practicadas en el grueso de los muros de
la nace central, por encima de las arcadas que dan a las naves laterales.
[12] Apuntado.- El que consta de dos porciones de curva que
forman ángulo en la clave y cuyo intradós es cóncavo.
[13] Arquería .-Hilera de arcos .
[14] Rosetón.- Gran óculo situado en la fachada y relleno con
labores caladas.
[15] Arquivolta.- Cara frontal de un arco cuando está
decorada. En plural arquivoltas son un con junto de arcos que forman una
portada especialmente románica o gótica
[16] Ajedrezado.- Alternancia de cuadrados (tacos) o
rectángulos (billetes), alternativamente salientes y rehundidos.
[17] contrafuertes.- Grandes
pilastras para contrarrestar el empuje de las naves, aunque muchas veces tienen
un carácter ornamental.
[18] responsiones.- Finas
columnas que se corresponden con los apoyos que tiene el muro por dentro.
[19] Ambos términos son sinónimos
y se refieren al pasillo que rodea la parte trasera del presbiterio y que
constituye la prolongación de las naves laterales y sólo excepcionalmente se da
sin ellas.
[20].Santiago el Mayor, uno de los discípulos de
Jesucristo, aparece constantemente en los pasajes más importantes de los Evangelios.
Tras su
decapitación hacia los años 41-44 d.C., el emplazamiento de su tumba había
caído en el olvido. Sin embargo, según la tradición relatada en la Concordia de
Antealtares (1077), el lugar fue revelado, de forma milagrosa a principios del
siglo IX, a una ermitaño llamado Pelagio, que se había instalado cerca de la
iglesia de San Félix. Cuando el rey Alfonso II el Casto se enteró del descubrimiento,
ordenó construir tres iglesias sobre tan sacra ubicación.
En una época de guerras y
luchas incesantes, sobre todo entre cristianos y musulmanes, Alfonso II aportó
a su reino un resurgimiento artístico y cultural, de mayor valor si cabe porque
significaba la vuelta a la prosperidad y se unía a numerosos intercambios con
la corte de Carlomagno. El descubrimiento de las reliquias de Santiago
convirtió al santo en un símbolo de protección de la España cristiana. Se le
representaba con la apariencia de un poderoso caballero que luchaba contra los
musulmanes; de ahí su apelativo de «matamoros». De esta manera, la afluencia de
personas, y sobre todo de donativos, permitió que se construyera una ciudad
alrededor del mausoleo
[21] Pintura y escultura.
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